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La primera comunión

  • Publicado el

    27 de enero de 2015

La comunión a mitad del siglo pasado no tenía nada que ver con lo que conocemos en la actualidad, lejos del lujo y del derroche de las actuales primeras comuniones, las de antes se hacían con bien poco porque no había mucho que gastar.

Sobre los 7 años era el momento de realizar la encantadora e ilusionante primera comunión, aunque muchos de los niños de aquella época ni tan siquiera los habían cumplido cuando llegaban al gran día. Los niños,  casi todos ellos mellados y con un temor de Dios inocente e ingenuo,  hacían su catequesis en los colegios. Es a partir de 1960 cuando se realiza por vez primera a la edad de entre 8 y 9 años, cuando los niños ya tienen sentido común, uso de razón y son capaces de distinguir en conciencia el bien del mal en sentido moral.

El lugar para tomar la comunión era en la capilla del propio centro, para los que iban a un colegio religioso y los que iban a un  colegio público acudían a la parroquia  más cercana, eso sí, ataviados con el misal de nácar, el rosario de perlas y  los guantes blancos. Por la solemnidad del acto, los niños y niñas lucían trajes especiales ese día, no escogidos al azar. Tanto ellos como ellas  vestían de color blanco, que simboliza la pureza, con la que ha de recibirse a Dios.

Para las niñas el vestuario era de “princesita”, como una “mini novia” zapatos de charol a juego con el traje  largo blanco y diadema o corona, velo y un bolsito muy gracioso lleno de encajes que llamaban “limosnera”  La niña que tomaba la comunión pasaba por las mesas y los invitados metían dinero en esta bolsita. Nunca sabían que les ponía cada familiar, pero estaban muy impacientes por saber cuánto dinero les habían dado.

Para los chicos era muy frecuente, por tradición, el traje de marinero. Cuando un niño recibe a Cristo por primera vez en la Eucaristía en cierto modo se convierte en un “soldado de Cristo”. El traje de marinero representa el de un soldado de Cristo que navega en la Barca de San Pedro que es la de. Pero las mamás más prácticas y que no querían desaprovechar el dinero que costaba hacer un traje de marinerito, vestían a sus hijos  con una chaqueta y un pantalón de calle, para que luego lo pudieran utilizar en fechas señaladas.

Todo niño o niña que hacía la primera comunión daba estampitas. Tras la ceremonia o durante el convite se repartían como recordatorio de ese día entre amigos y familiares

Los regalos que recibían los niños en esa época iban desde una naranja ó un balón como es el caso de uno de nuestros residentes, hasta una bicicleta, nada que ver con la fastuosidad que envuelve alguna de las comuniones de hoy en día, donde podemos ver listas de comunión en algunos grandes almacenes, como si de una boda se tratara.

La diferencia entre esa época y la actual es que entonces los niños esperaban durante mucho tiempo y con mucha ilusión el día de la primera comunión. Era un acontecimiento. Y hoy en día hay un interés más social,  muchas familias se mueven por un acto de vanidad, por los regalos y la relación social.

No olvidemos que la Iglesia siempre ha procurado que el sacramento se celebre en la sencillez y en la dignidad. No están de acuerdo con esos gastos supérfluos. Le preocupa más que el niño celebre lo que significa la eucaristía y que no haya dispendios económicos, simplemente que su familia le acompañe en la celebración.

 


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